«Me desconozco», dices; mas mira, ten por cierto que a conocerse empieza el hombre cuando clama «me desconozco», y llora; entonces a sus ojos el corazón abierto descubre de su vida la verdadera trama; entonces es su aurora. No, nadie se conoce, hasta que no le toca La luz de un alma hermana que de lo eterno llega y el fondo le ilumina; tus íntimos sentires florecen en mi boca, tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega, mira por mí y camina. «Estoy ciega», me dices; apóyate en mi brazo y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda perdida en lo futuro; veré por ti, confía; tu vista es este lazo que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda de un caminar seguro. ¿Qué importa que los tuyos no vean el camino, si dan luz a los míos y me lo alumbran todo con su tranquila lumbre? Apóyate en mis hombros, confíate al Destino, Veré...